La educación de nuestras aves, ¿cómo le enseño a “hablar”?
Algunos pájaros saben imitar tan bien ciertos sonidos que nos parece que consiguen hablar. Detrás de ello hay trabajo humano sin crueldad, ¿quieres aprenderlo?
Cuando el ave se sube a nuestra mano, picotea el alimento que le ofrecemos, no nos considera un ente extraño y sí un personaje cercano, podemos aumentar la dificultad de la educación enseñándole a “hablar”.
Las especies más parlanchinas son la mayoría de las psitácidas y algunos estorninos
Para acostumbrar a un ave a repetir, imitar sonidos, debemos tener muy presente que no todas las aves tienen esta capacidad. En demasiadas ocasiones nos encontramos con propietarios desilusionados porque el animal que compraron no sólo no es capaz de imitar el más sencillo de los sonidos, sino que se pasa todo el día gritando.
Si tenemos un animal cuyo potencial como especie es el de imitar los sonidos... ¡¡Bien!! Pero no olvidemos que dentro de una misma especie, cada individuo tiene una capacidad, una “inteligencia” distinta.
Las especies más “habladoras” son las psitácidas (aunque no todas) y algunos estorninos, como los mainates (minás). El yaco es considerado el mejor imitador de los loros pero de los mainates se dice que tienen una mejor “pronunciación”.
Como ya dijimos en otro artículo, para ganarnos la confianza del ave, poder tocarla, que suba a nuestra mano... Si lo que queremos es conseguir que imite sonidos, lo ideal es comenzar por ganarnos su confianza. Los loros en libertad son presas muy codiciadas por otros animales, es por ello que la sabia madre naturaleza les ha “programado” para ser desconfiados.
La técnica de enseñanza de sonidos
El que ciertas especies de aves sean capaces de imitar los sonidos se debe a un órgano de fonación presente en la bifurcación de la traquea: la siringe. Todas las aves la tienen, pero ciertas especies son capaces de utilizarla para la creación de sonidos debido a su especial configuración.
Los loros no solo son capaces de imitar ciertos sonidos, en ciertas ocasiones utilizan palabras concretas en situaciones concretas... No queremos decir con esto que sean capaces de hablar, pero sí de llegar a relacionar sonidos con actos. Lo definiremos al menos como “un evolucionado sistema de comunicación”.
Decíamos anteriormente que muchas especies de psitácidas y que los mainates son capaces de imitar la voz, también decíamos que dentro de esas especies existen individuos con mayor o menor capacidad... ¿Cuáles son los mejores ejemplares para conseguir que imiten los sonidos?
Esta es, sin duda, la pregunta del millón, pero si queremos buscar el perfil de un animal “potencialmente hablador” debería ser, en primer lugar, alguno de estos ejemplares:
. Yaco.
. Loro amazónico (Amazona aestiva...).
. Guacamayo (Ara ararauna, ara macao...).
. Cacatúa.
.Ninfas.
.Periquito.
. Cotorra (de Kramer, de Alejandría...)
. Los inseparables de su humano.
Debemos tener muy presente que todos estos animales pueden llegar a imitar sonidos, siendo el primero de la lista el más capaz, y el último de la lista el de mayor dificultad para conseguir resultados.
Como siempre, si nos asalta la duda, si no conseguimos los resultados deseados... acudamos al veterinario.

Como ya hemos comentado, los animales capturados en la naturaleza ofrecen mayores dificultades en todos los procesos educativos.

Los machos suelen ser mejores candidatos que las hembras.

Son animales que sin ningún tipo de enseñanza intentan y realizan sonidos.

Han de estar “atentas” y “pendientes” a todo aquello que sucede a su alrededor.

Se debe comenzar la enseñanza entre los tres y los ocho meses en las aves de pequeño tamaño y entre los cuatro meses y el año de edad en las aves de gran tamaño.

Es más fácil enseñar a un animal que está solo que a animales que están juntos (parejas, grupos).

Tenemos que dedicar todos los días un tiempo a las “clases”.

También es importante que el animal elegido esté en un entorno tranquilo, que no sienta presión en el proceso educativo (no más de 10 minutos por sesión).

Aprender una palabra concreta conlleva su repetición de forma clara, manteniendo la atención del animal. Para eso le diremos la palabra muy cerca.

Hablaremos al animal como si lo hiciéramos a otro miembro de la familia, a un amigo que le contamos nuestras cosas...

Nunca empecemos por enseñarle a silbar, es más sencillo para el animal y será más difícil enseñarle otras cosas.

Si el animal presta atención a determinadas cosas, le hablaremos sobre ellas.

No intentemos que aprenda muchas cosas a la vez, es mejor empezar por poco e ir subiendo el nivel.

Si por ejemplo, queremos que diga su nombre (“Currito”), no repetiremos “Currito” mil veces en cada sesión; uniremos “Currito” a otras palabras: “Soy Currito”, “Currito guapo”... y todas aquellas combinaciones que se nos ocurran.

No sobrepasaremos las dos sesiones diarias de unos diez minutos de duración (cada “sesión”).